En primer lugar considero preciso porque la ocasión la merece dar algunos datos de la ubicación de la ruta. Bolonia es una pedanía del municipio de Tarifa (Cádiz) situada a unos 12 kilómetros al noroeste del mismo y enclavada dentro del actual Parque Natural del Estrecho. Dentro de esta pedanía se localiza la antigua ciudad romana de Baelo Claudia, situada en la Ensenada de Bolonia, entre mar, dunas y montaña y enfrente de la ciudad marroquí de Tánger. Yacimiento arqueológico que cada año va recuperando y ampliando la Junta de Andalucía. Como se recoge en “wikipedia”, “en ningún otro yacimiento romano de la Península Ibérica es posible extraer tras la visita una visión tan completa del urbanismo romano como en Baelo Claudia”.
Como recordareis de cuando estudiamos en el colegio, los romanos apreciaban una salsa hecha a base de vísceras de pescados denominada “garum”, pues bien, Baelo Claudia tenía industria de salazón y de dicha salsa.
Quería contaros esto para que os situéis en un escenario realmente privilegiado de la naturaleza y de la historia.
Comienzo. “Me había puesto el despertador a las seis de la mañana pero al despertarme con el toque de diana que había puesto en mi móvil me pareció que por la escasa luz era demasiado pronto (excusas) y volví a dormirme para volver a despertarme a las 7,48 h. El día estaba nublado y no parecía que fuese a abrir de inmediato con lo que al menos estaría a salvo del sol y del calor. Supongo que esa circunstancia favoreció el que cumpliese con mi objetivo. Mi objetivo era ir hasta el cruce con la carretera nacional 340, es decir subir y bajar el puerto, para volver a subirlo por la cara norte y regresar al punto de partida de la primera cuesta para a continuación emprender la tercera cuesta de la montaña hasta las antenas de Telefonía.
Inicio el primer tramo “1 a 2” (446,59 m ) hasta enfilar la primera subida. Mar a mi izquierda, casas a la derecha, paseo marítimo, etc.
La primera subida, el tramo “2 a 3” (4.051,77 m) me costó un poco por aquello de quitarme el sueño del cuerpo. Había algún tramo que costaba un poco precisamente las tres últimas curvas de la subida (no quieres caldo pues toma … tres tazas) pero aún así iba bien, coronado el puerto la bajada (tramo 3 a 4 - 2.692,56 m) fue suave y la utilicé para recuperar. La subida la hice en 27 minutos. A esas horas no se veían muchos coches a pesar de que suele haber mucho tráfico en verano por ser un destino turístico-playero, desgraciadamente, bastante concurrido. Cada vez más, cada vez peor.
Claro uno cuando corre se va fijando en muchas cosas, en el tipo de alquitrán de la carretera, en la vaca que te mira de una manera muy humana casi como diciendo … este grillao que estará haciendo a estas horas, un caballo que lo mismo, ovejas, alguna que otra rapaz que descansa en un cable telefónico y que pasa de ti completamente, etc. … (perros había pero curiosamente ninguno me molestó, …corriendo como ya me he cruzado con varios creo haber aprendido a pasar desapercibido) …a lo que iba, que mientras bajaba en el margen izquierdo de la calzada (siempre respeto el sentido de la marcha en carretera) había una piel de serpiente entera y se me vino a la cabeza la canción de “Muchachito Bombo infierno que dice … los lagartos cambian de piel cuando les pega el Lorenzo notan la tierra que empieza a arder y solo tienen desierto, cierto”. ¿Significaba eso que iba a acabar como la serpiente si venía el calor y el sol sin ninguna sombra a lo largo del recorrido?, ¿Que me iba a dejar la piel en el empeño? Esto último seguro y lo primero mejor que no.
Lo que evidentemente también pensé es que esa bajada se iba a convertir luego en subida y a diferencia del tramo “2 a 3” más largo, este tramo “4 a 3” era más corto para llegar a la misma altitud que el otro tramo. Es decir, mayor pendiente.
Me crucé en la transición del “4 al 3” (2.692,56 m) con una señora que esperaba un autobús, no se si me miró o no, pero seguro que tuvo el mismo pensamiento humano de la vaca … yo también lo tuve. Pues bien, a partir de aquí, ya en subida, fue controlar el esfuerzo para aguantar. Todavía quedaba mucha ruta por delante. Tuve que subir alguna cuesta de la inclinación severa de la rompecorazones del R&R, de esas me encontraría varias a lo largo del recorrido. A pesar de todo me sentía bastante entero. Coroné la subida, al frente el mar, a la izquierda la sierra de San Bartolomé, a la derecha y en diagonal, la montaña de la cuesta de las antenas. En la subida me crucé con dos mujeres que me miraban de reojo supongo que con el mismo pensamiento de la vaca, del caballo, de la mujer del cruce y de mi mismo, seguro que alguna oveja pensó de la misma manera.
Comienzo la nueva bajada o lo que es lo mismo la inversa del tramo “2 a 3”, ahora “3 a 2” (4.051,77 m) y no se por qué razón pero la parte final se me hizo más larga aunque siendo bajada …. En el recorrido me encontré con otra curiosidad de la naturaleza. Los postes, cables, vallado, quitamiedos, tallos de plantas, cables … estaban forrados de pequeños caracoles de distintos tamaños formando una capa compacta, perfecta y bien organizada. Supongo que como forma de protegerse en “comunidad”.
Cuando entraba en Bolonia, camino del tramo “5 a 6” me crucé con un grupo de ciclistas de mountain bike, chicos y algunas chicas, todos bien equipados. Les saludé y les di ánimos aunque si hubieran sabido lo que pensaba hacer los ánimos me los hubieran dado a mí. Respondieron a mi saludo tímidamente … debían estar algo dormidos todavía … yo ya andaba fresco.
Emprendo lo que calificaría como “la cuesta de la montaña” aunque en puridad el tramo de montaña realmente empieza en el tramo “9 a 10” si bien eso no significa que hasta al canzar ese tramo fuera un paseo porque salvo un segmento de bajada, desde el punto 5 hasta el 9 todo es subida.
Pues bien, el tramo 5 a 6 (1.063,28 m) comienza con una subida pronunciada que ya había subido en alguna otra ocasión y por tanto no me cogía de nuevas. A la izquierda la ciudad romana de Baelo Claudia a la derecha el puerto que había subidobajado-subidobajado. A la derecha también se encontraban los restos en ruinas y caídos de un puente o tramo de acueducto romano.
Tras coronar esa subida emprendo la bajada del tramo “6 a 7” (536,45 m) que rodea por el norte a la ciudad romana. De bajada se va muy bien, pero esta misma bajada cuando se convirtió en subida al regresar la tuve que subir andando porque ya no podía más.
Después de la bajada comienza la fiesta o mejor dicho el preludio de la fiesta con el tramo de “7 a 8” (676,87m) que rodea la impresionante duna de Bolonia y que no hay que despreciar más el tramo final “8 a 9” (209,18 m) previo a la impresionante tercera cuesta, en este caso de montaña.
Emprendo el tramo “9 a 10” (4.805,97 m) el más largo después de la paliza que ya llevaba encima. Tramo que en una primera y dura parte ya conocía y que en años anteriores, ciertamente sin estar entrenado con la continuidad de ahora, no había logrado acabar, precisamente por su dureza.
Este tramo además de ser duro, se me hizo duro hasta llegar a un primer collado donde suele haber vacas pastando, pues cada curva que se me presentaba daba paso a una nueva con la consiguiente cuesta. Llegar al collado se me hacía interminable. Aquí el trote era cochinero. Tuve que engañarme para en lugar de mirar 100, 200 metros más allá mirar dos, tres pasos más allá para de esa manera ir ganando poco a poco, angustiosamente por que no decirlo, terreno. El ruido de mis zapatillas en ese deambular cochinero, poco garboso, era el de “plap, plap, plap, plap, …” como si tuviese los pies planos. “Plap, plap, plap …”. Sin duda el plap-plap me ayudó a conseguir el objetivo porque si hubiese pretendido otro ritmo me habría pasado factura antes de llegar “a las antenas”.
Por fin llego al Collado y se me presenta una subida con curva a la izquierda durísima. Era tan dura que cuando regresé la tuve que bajar andando para no machacar las rodillas. Nunca había ido corriendo más allá del collado; como mucho había llegado caminando hasta dos bloques inmensos de piedra pero a partir de allí desconocía el recorrido. Después de utilizar el método “plap-plap dos pasos adelante” sobre esta subida esperaba que tras llegar a situarme entre esos dos bloques de piedra, a partir de ese momento habría una bajada con ligera subida hacia las antenas. ¡Inocente de mí! Desde la línea de playa parece perfilarse un itinerario lógico pero la lógica no se lleva bien con los seres humanos y obviamente de bajada nada. Tengo que decir que a partir de esos bloques de piedra que años antes, uno de ellos, había escalado, trepado más bien, lo que tenía por delante era para mi desconocido. Tan desconocido que en lugar de llegar a las antenas que esperaba me encontré al final con otras antenas en la cima de la montaña que también se divisaban desde el mar pero que no tenían comunicación con las antenas de Telefonía que inicialmente perseguía (el 13 de agosto alcancé el objetivo de esas antenas con mi hijo jorge, esta vez caminando ligero y a veces corriendo, por otra ruta diferente, con una duración de 3horas, 48 minutos, 51 segundos; ¡Las antenas no se iban a ir de rositas!; la ruta partía del punto 9 a la derecha de la bifurcación).
Seguía subiendo y no veía el final, en ese momento no sabía si iba a poder conseguir el objetivo de llegar a las antenas de telefonía. Además continuaba el día nublado, las nubes cruzaban por la carretera entre árboles y moles de piedra. El ambiente era de ensueño, con olor a eucaliptos y plantas varias, entraba brisa del mar. No hacía frío, tampoco calor, cero grados, je je je. Desde luego solo le faltaba al escenario menos grados para parecer un día gris de invierno.
Curiosamente pese a todo no iba mal de cansancio. Me podían más las ganas de llegar que el cansancio acumulado. ¿Nueva curva …..? Correcto … ¡Nueva subida! Así hasta siete veces. En cada una de las cuestas pensaba si tenía sentido continuar pues no sabía hacia donde iba. Además, de la lógica de esperar una recta en dirección norte la nueva ruta empezaba a girar en dirección oeste, apartándose de la lógica y del objetivo. A pesar de todo continuo. La sexta subida era bastante acusada, otra de la inclinación de la rompecorazones. Nueva bifurcación de caminos. Barrera “roja y blanca” a la derecha, me la juego y paso la barrera. Con la bruma no se ve nada, además como es una nueva cuesta con gran inclinación no soy capaz de vislumbrar nada delante de mi y a lo lejos. Ni tan siquiera podía tomar referencias o encontrar indicios de algo. Claro que la barrera era un indicio pero eso lo supe cuando llegué al objetivo. Continué subiendo y divisé una alambrada y unas antenas, aunque no fueran las buscadas. Como ya no podía meterme por ningún camino no tuve más remedio que dar la vuelta y volver por donde había venido. ¡Volver por donde había venido! ¡Casi nada! Lo peor es que todos los velos se habían quitado y ahora si era capaz de valorar lo que significaba volver. No iba a ser un camino de rosas. Me paré un instante. ¿Qué hago? ¿Bajo andando? ¿Continúo corriendo? ¿Cuál era el objetivo? ¡Cumplirlo! Lo juro ¡No sentía las piernas! No podía casi ni sostenerme, emprendo la bajada controlando los impactos para no machacar las rodillas que las llevaba bastante machacadas. Comienza el tramo “10 a 9” (4.805,97 m). Solamente me quedan 7 kilómetros para terminar. ¡Solamente, qué gracia! 7 kilómetros con bajadas, y una subida la del tramo “7 a 6” (536,45 m), que no sabía como iba a poder encarar.
Uno piensa que las bajadas son pan comido pero no cuando llevas un machaque de piernas tal como el que llevaba. Juro que en ese momento me sentía más capacitado para soportar nuevas subidas que bajadas. Cada bajada era un suplicio. Tal fue así que cuando llegué a la subida del collado, ahora bajada, la tuve que hacer andando, porque la pendiente me castigaba excesivamente las rodillas. Necesitaba descansar algo y aproveché una piedra para sentarme. Me dolían las piernas y el miedo a lesionarme aconsejaban prudencia. En este momento me di cuenta de mi error, correr sin agua y sin comida, pero ya era tarde. También mi confianza en la ruta me hizo creer que el trayecto iba a ser más corto y menos duro. La lógica, claro. Yo creía, yo pensaba … Si no lo tenía claro como soy tan becerro de ir a tumba abierta. Pues porque el que nace lechón muere cochino. La próxima ocasión aprenderé, o no.
Estaba empapado en sudor, camiseta, pantalón… Pensé nuevamente en abandonar y también pensé que a lo mejor no iba a ser capaz de levantarme de la piedra. Aún así lo hice. Continué corriendo. Apenas había descansado dos minutos. Sabía que cuanto más tiempo estuviera parado peor. Por mi pasaron los últimos metros de este tramo, con vistas a la ensenada de Bolonia, mirando al mar. No soñé porque iba bien despierto. Tampoco me acordé del bolero. Ahora sí.
En el tramo “9 a 8” (209,18 m) me encontré con uno de los ciclistas del grupo que encontré por la mañana. Fui divisando otros. Muchos se debieron perder por el camino porque no vi a muchos más. Las dos chicas estaban aguantando como jabatas la subida, para mi era bajada (tramo 8 a 7 - 676,87 m). Quizá por ser bajada, que llegaba al final, me encontraba con ánimos de darles ánimos. Esta vez respondieron más efusivamente. Sobre todo las chicas, algún chico también.
Última subida (Tramo 7 a 6 - 536,45 m). Ya no puedo más. No siento las piernas. No me sostengo. Subo andando pero no se si voy a ser capaz incluso de superar la subida caminando. Echo la vista atrás y veo a los ciclistas a lo lejos, justo en el inicio del tramo “9 a 10” en formación, es decir alineados a lo ancho de la calzada. Me parece que me observan expectantes pues subo dando tumbos. No puedo evitar recordar las imágenes de aquella atleta, creo que fue en unas olimpiadas, que intentaba entrar en meta totalmente descompuesta, dando tumbos. No, no era mi caso tan mal no andaba, solo que no me iban las piernas. Cansado estaba pero el problema no era más que, que mis piernas no me obedecían. Así de simple.
Consigo llegar al final de la cuesta y pienso una vez más …¿Me paro? Y una voz en off me dice ¡Sí hombre ahora! ¡Anda, anda y sal corriendo que que que …! Salgo corriendo el último tramo, curiosamente conforme voy bajando voy corriendo ritmo e incluso buen ritmo. Hay una pequeña subida de unos 10 metros que cuando la cojo me doy cuenta de que a pesar de bajar ligero la paliza la llevo puesta y que no hay para más. Aprovechando que había una señal de STOP qué mejor meta para pararme. STOP, me paro. Recorrí 28.558,25 metros en 3 horas, 24 minutos, 5 segundos. No tengo datos de altitud pero aseguro emoción subiendo las cuestas.
Acabé bastante tocado, no podía casi caminar, me dolían sobre todo las rodillas. Cuando llegué al hotel uno de mis hijos tenía 40 de fiebre y claro está que había que ejercer de padre, osea que … en marcha … échate las piernas a la espalda y al consultorio.
Bajo el palio de la luz crepuscular,
cuando el cielo va perdiendo su color,
quedo a solas con las olas espumosas
que me mandan su rumor.
Ni un lejano barquichuelo que mirar,
ni una blanca gaviota sobre el mar...
Yo tan sólo recordando la aventura que se fue,
la aventura que en tus brazos amorosos disfruté,
bajo el palio sonrosado
de la luz crepuscular.
Mirando al mar soñé ….
FIN
Como recordareis de cuando estudiamos en el colegio, los romanos apreciaban una salsa hecha a base de vísceras de pescados denominada “garum”, pues bien, Baelo Claudia tenía industria de salazón y de dicha salsa.
Quería contaros esto para que os situéis en un escenario realmente privilegiado de la naturaleza y de la historia.
Comienzo. “Me había puesto el despertador a las seis de la mañana pero al despertarme con el toque de diana que había puesto en mi móvil me pareció que por la escasa luz era demasiado pronto (excusas) y volví a dormirme para volver a despertarme a las 7,48 h. El día estaba nublado y no parecía que fuese a abrir de inmediato con lo que al menos estaría a salvo del sol y del calor. Supongo que esa circunstancia favoreció el que cumpliese con mi objetivo. Mi objetivo era ir hasta el cruce con la carretera nacional 340, es decir subir y bajar el puerto, para volver a subirlo por la cara norte y regresar al punto de partida de la primera cuesta para a continuación emprender la tercera cuesta de la montaña hasta las antenas de Telefonía.
Inicio el primer tramo “1 a 2” (446,59 m ) hasta enfilar la primera subida. Mar a mi izquierda, casas a la derecha, paseo marítimo, etc.
La primera subida, el tramo “2 a 3” (4.051,77 m) me costó un poco por aquello de quitarme el sueño del cuerpo. Había algún tramo que costaba un poco precisamente las tres últimas curvas de la subida (no quieres caldo pues toma … tres tazas) pero aún así iba bien, coronado el puerto la bajada (tramo 3 a 4 - 2.692,56 m) fue suave y la utilicé para recuperar. La subida la hice en 27 minutos. A esas horas no se veían muchos coches a pesar de que suele haber mucho tráfico en verano por ser un destino turístico-playero, desgraciadamente, bastante concurrido. Cada vez más, cada vez peor.
Claro uno cuando corre se va fijando en muchas cosas, en el tipo de alquitrán de la carretera, en la vaca que te mira de una manera muy humana casi como diciendo … este grillao que estará haciendo a estas horas, un caballo que lo mismo, ovejas, alguna que otra rapaz que descansa en un cable telefónico y que pasa de ti completamente, etc. … (perros había pero curiosamente ninguno me molestó, …corriendo como ya me he cruzado con varios creo haber aprendido a pasar desapercibido) …a lo que iba, que mientras bajaba en el margen izquierdo de la calzada (siempre respeto el sentido de la marcha en carretera) había una piel de serpiente entera y se me vino a la cabeza la canción de “Muchachito Bombo infierno que dice … los lagartos cambian de piel cuando les pega el Lorenzo notan la tierra que empieza a arder y solo tienen desierto, cierto”. ¿Significaba eso que iba a acabar como la serpiente si venía el calor y el sol sin ninguna sombra a lo largo del recorrido?, ¿Que me iba a dejar la piel en el empeño? Esto último seguro y lo primero mejor que no.
Lo que evidentemente también pensé es que esa bajada se iba a convertir luego en subida y a diferencia del tramo “2 a 3” más largo, este tramo “4 a 3” era más corto para llegar a la misma altitud que el otro tramo. Es decir, mayor pendiente.
Me crucé en la transición del “4 al 3” (2.692,56 m) con una señora que esperaba un autobús, no se si me miró o no, pero seguro que tuvo el mismo pensamiento humano de la vaca … yo también lo tuve. Pues bien, a partir de aquí, ya en subida, fue controlar el esfuerzo para aguantar. Todavía quedaba mucha ruta por delante. Tuve que subir alguna cuesta de la inclinación severa de la rompecorazones del R&R, de esas me encontraría varias a lo largo del recorrido. A pesar de todo me sentía bastante entero. Coroné la subida, al frente el mar, a la izquierda la sierra de San Bartolomé, a la derecha y en diagonal, la montaña de la cuesta de las antenas. En la subida me crucé con dos mujeres que me miraban de reojo supongo que con el mismo pensamiento de la vaca, del caballo, de la mujer del cruce y de mi mismo, seguro que alguna oveja pensó de la misma manera.
Comienzo la nueva bajada o lo que es lo mismo la inversa del tramo “2 a 3”, ahora “3 a 2” (4.051,77 m) y no se por qué razón pero la parte final se me hizo más larga aunque siendo bajada …. En el recorrido me encontré con otra curiosidad de la naturaleza. Los postes, cables, vallado, quitamiedos, tallos de plantas, cables … estaban forrados de pequeños caracoles de distintos tamaños formando una capa compacta, perfecta y bien organizada. Supongo que como forma de protegerse en “comunidad”.
Cuando entraba en Bolonia, camino del tramo “5 a 6” me crucé con un grupo de ciclistas de mountain bike, chicos y algunas chicas, todos bien equipados. Les saludé y les di ánimos aunque si hubieran sabido lo que pensaba hacer los ánimos me los hubieran dado a mí. Respondieron a mi saludo tímidamente … debían estar algo dormidos todavía … yo ya andaba fresco.
Emprendo lo que calificaría como “la cuesta de la montaña” aunque en puridad el tramo de montaña realmente empieza en el tramo “9 a 10” si bien eso no significa que hasta al canzar ese tramo fuera un paseo porque salvo un segmento de bajada, desde el punto 5 hasta el 9 todo es subida.
Pues bien, el tramo 5 a 6 (1.063,28 m) comienza con una subida pronunciada que ya había subido en alguna otra ocasión y por tanto no me cogía de nuevas. A la izquierda la ciudad romana de Baelo Claudia a la derecha el puerto que había subidobajado-subidobajado. A la derecha también se encontraban los restos en ruinas y caídos de un puente o tramo de acueducto romano.
Tras coronar esa subida emprendo la bajada del tramo “6 a 7” (536,45 m) que rodea por el norte a la ciudad romana. De bajada se va muy bien, pero esta misma bajada cuando se convirtió en subida al regresar la tuve que subir andando porque ya no podía más.
Después de la bajada comienza la fiesta o mejor dicho el preludio de la fiesta con el tramo de “7 a 8” (676,87m) que rodea la impresionante duna de Bolonia y que no hay que despreciar más el tramo final “8 a 9” (209,18 m) previo a la impresionante tercera cuesta, en este caso de montaña.
Emprendo el tramo “9 a 10” (4.805,97 m) el más largo después de la paliza que ya llevaba encima. Tramo que en una primera y dura parte ya conocía y que en años anteriores, ciertamente sin estar entrenado con la continuidad de ahora, no había logrado acabar, precisamente por su dureza.
Este tramo además de ser duro, se me hizo duro hasta llegar a un primer collado donde suele haber vacas pastando, pues cada curva que se me presentaba daba paso a una nueva con la consiguiente cuesta. Llegar al collado se me hacía interminable. Aquí el trote era cochinero. Tuve que engañarme para en lugar de mirar 100, 200 metros más allá mirar dos, tres pasos más allá para de esa manera ir ganando poco a poco, angustiosamente por que no decirlo, terreno. El ruido de mis zapatillas en ese deambular cochinero, poco garboso, era el de “plap, plap, plap, plap, …” como si tuviese los pies planos. “Plap, plap, plap …”. Sin duda el plap-plap me ayudó a conseguir el objetivo porque si hubiese pretendido otro ritmo me habría pasado factura antes de llegar “a las antenas”.
Por fin llego al Collado y se me presenta una subida con curva a la izquierda durísima. Era tan dura que cuando regresé la tuve que bajar andando para no machacar las rodillas. Nunca había ido corriendo más allá del collado; como mucho había llegado caminando hasta dos bloques inmensos de piedra pero a partir de allí desconocía el recorrido. Después de utilizar el método “plap-plap dos pasos adelante” sobre esta subida esperaba que tras llegar a situarme entre esos dos bloques de piedra, a partir de ese momento habría una bajada con ligera subida hacia las antenas. ¡Inocente de mí! Desde la línea de playa parece perfilarse un itinerario lógico pero la lógica no se lleva bien con los seres humanos y obviamente de bajada nada. Tengo que decir que a partir de esos bloques de piedra que años antes, uno de ellos, había escalado, trepado más bien, lo que tenía por delante era para mi desconocido. Tan desconocido que en lugar de llegar a las antenas que esperaba me encontré al final con otras antenas en la cima de la montaña que también se divisaban desde el mar pero que no tenían comunicación con las antenas de Telefonía que inicialmente perseguía (el 13 de agosto alcancé el objetivo de esas antenas con mi hijo jorge, esta vez caminando ligero y a veces corriendo, por otra ruta diferente, con una duración de 3horas, 48 minutos, 51 segundos; ¡Las antenas no se iban a ir de rositas!; la ruta partía del punto 9 a la derecha de la bifurcación).
Seguía subiendo y no veía el final, en ese momento no sabía si iba a poder conseguir el objetivo de llegar a las antenas de telefonía. Además continuaba el día nublado, las nubes cruzaban por la carretera entre árboles y moles de piedra. El ambiente era de ensueño, con olor a eucaliptos y plantas varias, entraba brisa del mar. No hacía frío, tampoco calor, cero grados, je je je. Desde luego solo le faltaba al escenario menos grados para parecer un día gris de invierno.
Curiosamente pese a todo no iba mal de cansancio. Me podían más las ganas de llegar que el cansancio acumulado. ¿Nueva curva …..? Correcto … ¡Nueva subida! Así hasta siete veces. En cada una de las cuestas pensaba si tenía sentido continuar pues no sabía hacia donde iba. Además, de la lógica de esperar una recta en dirección norte la nueva ruta empezaba a girar en dirección oeste, apartándose de la lógica y del objetivo. A pesar de todo continuo. La sexta subida era bastante acusada, otra de la inclinación de la rompecorazones. Nueva bifurcación de caminos. Barrera “roja y blanca” a la derecha, me la juego y paso la barrera. Con la bruma no se ve nada, además como es una nueva cuesta con gran inclinación no soy capaz de vislumbrar nada delante de mi y a lo lejos. Ni tan siquiera podía tomar referencias o encontrar indicios de algo. Claro que la barrera era un indicio pero eso lo supe cuando llegué al objetivo. Continué subiendo y divisé una alambrada y unas antenas, aunque no fueran las buscadas. Como ya no podía meterme por ningún camino no tuve más remedio que dar la vuelta y volver por donde había venido. ¡Volver por donde había venido! ¡Casi nada! Lo peor es que todos los velos se habían quitado y ahora si era capaz de valorar lo que significaba volver. No iba a ser un camino de rosas. Me paré un instante. ¿Qué hago? ¿Bajo andando? ¿Continúo corriendo? ¿Cuál era el objetivo? ¡Cumplirlo! Lo juro ¡No sentía las piernas! No podía casi ni sostenerme, emprendo la bajada controlando los impactos para no machacar las rodillas que las llevaba bastante machacadas. Comienza el tramo “10 a 9” (4.805,97 m). Solamente me quedan 7 kilómetros para terminar. ¡Solamente, qué gracia! 7 kilómetros con bajadas, y una subida la del tramo “7 a 6” (536,45 m), que no sabía como iba a poder encarar.
Uno piensa que las bajadas son pan comido pero no cuando llevas un machaque de piernas tal como el que llevaba. Juro que en ese momento me sentía más capacitado para soportar nuevas subidas que bajadas. Cada bajada era un suplicio. Tal fue así que cuando llegué a la subida del collado, ahora bajada, la tuve que hacer andando, porque la pendiente me castigaba excesivamente las rodillas. Necesitaba descansar algo y aproveché una piedra para sentarme. Me dolían las piernas y el miedo a lesionarme aconsejaban prudencia. En este momento me di cuenta de mi error, correr sin agua y sin comida, pero ya era tarde. También mi confianza en la ruta me hizo creer que el trayecto iba a ser más corto y menos duro. La lógica, claro. Yo creía, yo pensaba … Si no lo tenía claro como soy tan becerro de ir a tumba abierta. Pues porque el que nace lechón muere cochino. La próxima ocasión aprenderé, o no.
Estaba empapado en sudor, camiseta, pantalón… Pensé nuevamente en abandonar y también pensé que a lo mejor no iba a ser capaz de levantarme de la piedra. Aún así lo hice. Continué corriendo. Apenas había descansado dos minutos. Sabía que cuanto más tiempo estuviera parado peor. Por mi pasaron los últimos metros de este tramo, con vistas a la ensenada de Bolonia, mirando al mar. No soñé porque iba bien despierto. Tampoco me acordé del bolero. Ahora sí.
En el tramo “9 a 8” (209,18 m) me encontré con uno de los ciclistas del grupo que encontré por la mañana. Fui divisando otros. Muchos se debieron perder por el camino porque no vi a muchos más. Las dos chicas estaban aguantando como jabatas la subida, para mi era bajada (tramo 8 a 7 - 676,87 m). Quizá por ser bajada, que llegaba al final, me encontraba con ánimos de darles ánimos. Esta vez respondieron más efusivamente. Sobre todo las chicas, algún chico también.
Última subida (Tramo 7 a 6 - 536,45 m). Ya no puedo más. No siento las piernas. No me sostengo. Subo andando pero no se si voy a ser capaz incluso de superar la subida caminando. Echo la vista atrás y veo a los ciclistas a lo lejos, justo en el inicio del tramo “9 a 10” en formación, es decir alineados a lo ancho de la calzada. Me parece que me observan expectantes pues subo dando tumbos. No puedo evitar recordar las imágenes de aquella atleta, creo que fue en unas olimpiadas, que intentaba entrar en meta totalmente descompuesta, dando tumbos. No, no era mi caso tan mal no andaba, solo que no me iban las piernas. Cansado estaba pero el problema no era más que, que mis piernas no me obedecían. Así de simple.
Consigo llegar al final de la cuesta y pienso una vez más …¿Me paro? Y una voz en off me dice ¡Sí hombre ahora! ¡Anda, anda y sal corriendo que que que …! Salgo corriendo el último tramo, curiosamente conforme voy bajando voy corriendo ritmo e incluso buen ritmo. Hay una pequeña subida de unos 10 metros que cuando la cojo me doy cuenta de que a pesar de bajar ligero la paliza la llevo puesta y que no hay para más. Aprovechando que había una señal de STOP qué mejor meta para pararme. STOP, me paro. Recorrí 28.558,25 metros en 3 horas, 24 minutos, 5 segundos. No tengo datos de altitud pero aseguro emoción subiendo las cuestas.
Acabé bastante tocado, no podía casi caminar, me dolían sobre todo las rodillas. Cuando llegué al hotel uno de mis hijos tenía 40 de fiebre y claro está que había que ejercer de padre, osea que … en marcha … échate las piernas a la espalda y al consultorio.
Bajo el palio de la luz crepuscular,
cuando el cielo va perdiendo su color,
quedo a solas con las olas espumosas
que me mandan su rumor.
Ni un lejano barquichuelo que mirar,
ni una blanca gaviota sobre el mar...
Yo tan sólo recordando la aventura que se fue,
la aventura que en tus brazos amorosos disfruté,
bajo el palio sonrosado
de la luz crepuscular.
Mirando al mar soñé ….
FIN